Esta edición reúne–por primera vez en un solo volumen–las obras completas para piano solo de Modesta Bor (1926-1998). Es importante señalar que las indicaciones de notación transcritas fueron examinadas en su totalidad utilizando copias de partituras autógrafas preservadas en mi archivo, las cuales Modesta me facilitó y revisamos juntos a través de los años. Las articulaciones, ligaduras, patrones e incisiones rítmicas, registros, alteraciones y dinámicas permanecen fieles a estos manuscritos originales y revisiones posteriores. Igualmente, consulté borradores autógrafos gentilmente cedidos por la Fundación Modesta Bor en Mérida. Ciertas inconsistencias de notación fueron identificadas en algunas partituras autógrafas, material que la compositora no logró hacer copias finales. Sin embargo, fue posible cotejar y corregir, en la mayoría de los casos, con otros compases escritos correctamente. Excepto la Sonatina, en ninguna otra composición la compositora limitó al intérprete con sugerencias de metrónomo. La legibilidad, tamaño y formato de las obras recibieron especial atención en esta edición, no sólo como apoyo a un estudio e investigación eficientes, sino también en el deleite de ejecutar la música; no simplemente leerla. Por último, examinando la extensa correspondencia que mantuve con Modesta desde 1974 hasta 1997, y en preparación preliminar a esta edición de sus obras completas, descubrí detalles críticos para entender su proceso creador que estimo importantes de compartir. Se incorporan algunos extractos de sus cartas en la presentación como testamentos personales de grandeza artística—pequeños detalles que la vinculan en la docencia, su quehacer cotidiano e inquietudes personales con la evolución de su obra en sus distintas etapas.
Antonio Fermín
Nueva York, junio 2017
Lo vivencial en la obra pianística de Modesta Bor
El compositor latinoamericano, a diferencia del compositor europeo, ha confrontado el problema de vincular la educación musical eurocéntrica, recibida tradicionalmente en la América Latina, con su pertenencia a un continente de ancestro cultural único. Los compositores nacionalistas de la región han encontrado en el folklore y espíritu colectivo de sus propios pueblos su fuente de identificación y autoestima. La obra para piano solo de Modesta Bor (1926-1998) refleja la constante búsqueda de esta expresión folklórica en su contenido más puro. Este modelo caracterizó un volumen extenso de composiciones nacionalistas del siglo XX. Béla Bartok (1881-1945), Zoltán Kodály (1882-1967) y Heitor Villa-Lobos (1887-1959), entre los más prolíficos, sintieron también la voz vernácula de sus pueblos como recurso inacabable y mágico en su trabajo.
Es difícil separar el elemento creador de la calidad humana de un compositor. Si existe una cualidad permanente en la obra de Modesta Bor es, precisamente, su lenguaje altamente expresivo. La noción de expresividad atiende no solamente al mensaje sensible, coherente, sino además, invita a escuchar su historia, el cuento ingenuo, o trágico en momentos. Este aspecto narrativo en la música de Bor es significativo para comprender su lenguaje. En ese sentido, Yolanda Osuna ahonda, “esta mujer que vive entre nosotros, tiene en su corazón la libertad del canto y en su espíritu la delicadeza que pone en su recia persona ese tono de hondura humana. Vive rodeada de silencios, porque pocos han oído su canto hecho de filamentos populares con el perfume de la tierra nuestra” . Esa humanidad en el espíritu de su trabajo creador es precisamente lo que define el carácter de su obra.
La trayectoria artística y creadora de Modesta Bor abarcó numerosos campos. En los Servicios de Investigaciones Folklóricas Nacionales, Bor lleva a cabo un trabajo pionero en la recopilación y transcripción de música desconocida hasta entonces. Como resultado, contribuyó a la integración de una esencia folklórica venezolana en su obra para piano. Por otra parte, sienta las bases de un repertorio coral infantil inspirado en esa música tradicional (como directora del coro de niños de la Escuela de Música Juan Manuel Olivares en Caracas). En la jefatura de la sección de música de la Universidad Central de Venezuela, activamente promueve y difunde obras, autores y grupos musicales de las más remotas zonas del país. Son éstas las cualidades de esta artista quien logra expresar con acciones concretas mucho sobre su fuerza creadora.
Elementos y estímulos en su obra para piano son descubiertos por una voz que incesantemente corresponde a una visión ancestral, casi fotográfica. Su personalidad nos vincula profundamente con esa realidad que aún viven nuestros pueblos: la lucha por el rescate de un acervo que les pertenece. Por encima de todo, Modesta Bor defiende esa cualidad, ese ‘espíritu nacionalista’ que se ampara en su extensa obra musical. Ella misma ilumina sobre el tema cuando expresa, “yo creo que un artista íntegro debe ser honesto consigo mismo, no importa en que estilo escriba, lo más importante es que sea sincero; sobre todo, para un compositor es indispensable hurgar, investigar en la fuente del folklore nuestro, pues el conocimiento de ésos ritmos, escalas, melodías, etc., le dan al artista un bagaje de conocimientos de nuestras raíces musicales; esto unido a la técnica de la composición y a un poco de talento, el resultante de ello es una obra creadora válida” .
Sin duda, Modesta Bor fue fiel exponente del nacionalismo musical moderno en Venezuela iniciado por Vicente Emilio Sojo (1887-1974). A este movimiento se refiere la compositora cuando dice, “es deber de los compositores cultos proteger, analizar y estudiar las raíces musicales de su país y partir de allí para encauzar su trabajo creador de acuerdo a su sensibilidad artística, no importando las corrientes musicales que se empleen en la elaboración de la obra creadora”. Asimismo, alertó sobre la necesidad de crear una conciencia nacional sobre esa penetración adversa de otras culturas y la importancia de afirmar una Escuela Musical Venezolana, “que en la hora de dependencia actual, por momentos parece no resistir la amenaza de destrucción a que la mantiene sometida la penetración cultural; amenaza que se traduce en un desprecio y negación absolutos de nuestros valores culturales en el plano musical, y una afirmación vergonzosa y absurda de manifestaciones musicales snobistas y de poca calidad” .
Cubriendo un extenso período, desde principios de la década de 1950 hasta 1997, Bor dedica su atención a madurar un lenguaje pianístico logrando tratamientos rítmicos y armónicos innovadores. Su formación como pianista contribuyó al desarrollo de un trabajo coherente y representativo de ese pensamiento nacionalista. Modesta misma, excluye de su listado de obras, ciertas piezas de esta etapa inicial, tal vez por considerarlas ‘exploratorias’ en sus inicios a la composición. Sin embargo, estos trabajos merecen atención por su claridad pedagógica, e incluyen, Ejercicios para piano (s/f), miniaturas para principiante con énfasis en la lectura musical y Preludio (s/f), una pieza lírica muy hermosa, escrita a un nivel intermedio-avanzado con énfasis en legato.
La Pequeña Danza y Valse (1954), son dos piezas individuales diseñadas al desarrollo rítmico, escritas a un nivel intermedio-avanzado que pueden ser ejecutadas en combinación o separadas. El vals Juan Griego (1954), ocupa un sitio singular por su delineamiento melódico y amplitud sonora. La obra más reconocida de este período es la Suite Criolla (1954) de esencia folklórica que destaca la fusión del Polo con su característica cadencia andaluza. La Sonatina (s/f) merece atención por su lirismo y numerosas incisiones rítmicas interesantes. De este mismo período, y no incluida en esta edición, es el Pequeño concierto para oboe y clavecín (1958), obra que resalta por su tratamiento solístico, muy similar a las obras de cámara con piano de etapas posteriores.
Entre 1960 y 1962, ocurre una etapa de gran productividad creativa bajo la guía de Aram Kachaturian (1903-1978), en al Conservatorio Tchaikovsky de Moscú. Durante este período, Modesta escribe una serie de piezas breves, como las Tres Piezas Infantiles (1960) y la Suite Infantil (1961). Esta última, relata en cinco movimientos la añoranza de su primer hijo quien comienza la escuela por primera vez y está lejos de ella. En estas pequeñas muestras, Bor explora y combina una esencia impresionista con lenguajes rítmicos reminiscentes a esos de Sergei Prokofiev (1891-1953) o Dmitry Kavalevsky (1904-1987). Incursiona, además, con expresiones más disonantes y politonales que señalan nuevos rumbos en su evolución creadora. Sin embargo, el trabajo más interesante en relación a tratamiento pianístico de esa etapa ocurre cuando unifica al piano con instrumentos de cuerda y con la voz. Ahora el piano no es meramente un instrumento acompañante, sino al contrario, éste se une al rol de solista. Cuando Bor explicaba elementos de interpretación en su obra, específicamente, en la Sonata para violín y piano (1962), insistía, “la sonata no es para violín con acompañamiento de piano—es para violín y piano, ambos solistas”. Esta proporción también se aplica a la Sonata para viola y piano (1960), la Suite para cello y piano (1961), al igual que a los dos Ciclos de romanzas para contralto y piano (1961, 1962), el Tríptico sobre poesía cubana (1965) y las Tres canciones para mezzosoprano y piano (1970). En todas estas obras de cámara con piano, Modesta logra desarrollar una genial compenetración solística. Este enfoque lo expanderá de manera significativa con las obras de piano solo de las etapas posteriores.
Con las Cuatro fugas para piano (1974) Modesta Bor rompe el silencio pianístico que existió desde su regreso de Moscú en 1962. Desde ese momento, hasta principios de la década de 1970, fueron años de muchísimas turbulencias pero de intensa creatividad y productividad en lo coral y orquestal. Las obras que compuso y que se destacan durante ese período incluyen: Obertura (1963), música para la obra de teatro “Eso era cuando Castro” (1965), Velero mundo (1969), Genocidio (1970), La mañana ajena (1971), Movimiento para quinteto de metales (1972), y la Cantata “Jugando a la sombra de una plaza vieja” (1973). En lo personal, sin embargo, Modesta se planteó nuevas metas, “He madurado mucho … ahora veo las cosas más claras que antes; comprendo que me debo a mí misma y que tengo un gran compromiso con mi país y por lo tanto tengo que quitar del medio todo lo que obstaculice mi desarrollo como creador musical” .
Las fugas le recobraron los ánimos de sentarse a componer de nuevo para el piano solo. Ocurrente como siempre, Modesta escribe, “Sabrás que los premios nacionales de música fueron declarados “desiertos” … así que la Cantata y las Fugas salieron “peinadas”. A propósito: no había querido decirte nada, pero desde hace tiempo había deseado dedicar éstas fugas a ti, no te lo había comunicado esperando las decisiones del Concurso Nacional de Música; le puse ya la dedicatoria al original, para sacarte una copia y enviártela a ti; pues sé lo que quieres éstas fugas y el cariño especial con que las interpretas; además estuviste muy cerca de ésta obra cuando yo la estaba trabajando y me diste ánimos y estímulos que me ayudaron a concluirlas; por eso te las dedico con un gran cariño, pués sé que serás el mejor intérprete de éstas Fugas” . Es de destacar que esta edición de su obra completa para piano coincide con los cuarenta años del estreno de las fugas en 1977 en la Sala de Conciertos de la Universidad Central de Venezuela, “No sabes lo feliz que me siento que en enero vas a estrenar mis fugas, estoy segura que en tus manos cobrarán mayor belleza y expresión, pues sé que tienes talento de sobra” .
Los Sarcasmos para piano (1978-80) representaron una apertura a un lenguaje pianístico más ecléctico y fueron, indudablemente, bosquejos en la concepción del Concierto para piano y orquesta (1983). Esta nueva búsqueda la retó a crear una transición lógica a ese nuevo atonalismo expresivo que caracterizará sus obras a partir de este momento. Sobre esa misma transformación expresa, “De mí te diré que ya arreglé las cosas de manera de aprovechar las mañanas para componer; me ha sido bastante difícil después de 3 años sin escribir. Te hablé de unas piezas para piano; tenía ya varios temas esbozados y algunas ideas que estoy tratando de trabajar; estoy casi “trancada” en cuanto que trabajo al mismo tiempo, a ver si de allí sale algo que sirva. Te confieso que he perdido un poco la perspectiva; algunos días puedo desarrollar las ideas, pero otros días son completamente negativos, es difícil cuando uno quiere cambiar su lenguaje musical y al mismo tiempo pensar que lo que escribas te guste internamente, no por el hecho de ser “original solamente”, sino porque la obra lleve el ciclo de continuidad necesaria para ver si uno evoluciona de verdad … Así y todo como ves, estoy tratando de encauzar mi vida otra vez hacia la creación; es un gran esfuerzo poder concentrarme con los ruidos molestos de este barrio” . Los Sarcasmos los estrené en 1982 en el Festival de Música Contemporánea de la Universidad de Nueva York.
Este período en especial, representó una etapa de muchísimo crecimiento y aprendizaje. Siempre consciente de ese contacto semanal con sus estudiantes, Modesta supo compartir con generosidad sus conocimientos. “Y es que pareciera que Modesta hubiera nacido Maestra”, pronunció Inocente Carreño en un acto en su honor . Esa inquebrantable constancia la puso en evidencia, “tengo un trabajo bestial; pero los martes tu sabes que trabajo en la Llamozas como profesora de composición; es un trabajo arduo pues tengo alumnos de diferentes niveles, tengo que preparar los trabajos de clase y eso me obliga a estudiar, hacer bajos cifrados, tiples, bajos melódicos, crear motivos musicales para que ellos los continúen como trabajo en casa; aunque el sueldo en muy pequeño, pero es fascinante el trabajo pues es creativo y mis alumnos están muy contentos y entusiasmados con mis clases. Para mi, que tengo que pensar en el futuro, es un gran aliciente, pues cuando me jubilen pienso dedicarme a dar clases de composición, ya que allí rindo más y esta cátedra está más acorde con mi temperamento. Repasamos de todas maneras contrapuntos combinados, pues quiero que estén preparados para empezar a ver el trocado, que es la antesala al estudio de la fuga. Otros alumnos hacen contrapunto severo siglo XVI y trabajos libres: progresiones simétricas, etc. Los trabajos de polifonía vocal, los cantamos en clase” .
En las Variaciones para piano (1988-94) Modesta logra combinar sonoridades tonales con patrones ármonicos y rítmicos libres, utilizando el tema como enlace entre las variaciones y describe, “Allá en Mérida le escribí a Wahari cinco canciones con las cuales la dormía mientras estaba allá. Estoy armonizándolas para canto y piano; pero una de ellas, cuya melodía está basada en bloques armónicos acompañantes muy clásicos la voy a trabajar en forma de variaciones para piano, pero tú sabes que en estos días de navidad es difícil encontrar el tiempo para pensar y proseguirlas” . Las Variaciones para piano las estrené en 1999 durante un homenaje a Modesta en el Aula Magna de la Universidad de Los Andes en Mérida.
La marcha Redoblante (1986) es una obra corta y muy curiosamente compuesta a la manera de fanfarria, es decir, que debe ser tocada con fuerza y brillantez. Esta marcha fue escrita para la obra de teatro “Redoblante” de Francisco Garzón Céspedes, y con élla Modesta regresa a ese lenguaje transparente característico de la Suite Infantil (1961). Muchos años antes, Modesta colabora con José Ignacio Cabrujas en la creación de la música para la obra de teatro “Eso era cuando Castro” (1965).
Los Cuatro preludios y fugas (1987-95) representan las últimas obras escritas para piano solo y las que considero más significativas de su repertorio. Modesta Bor disfrutó enormemente de ese reto impuesto por las Cuatro fugas para piano (1974) las cuales la impulsaron a componer de nuevo para el instrumento y dedicarle tiempo al estudio de la fuga, materia obligada en su trabajo. Durante 1987 y 1995, Bor se propone a escribir varias fugas de nuevo, pero esta vez, precedidas por preludios. El proceso de composición de estas obras contó con infinidad de interrupciones, como paréntesis de búsqueda y estudio necesarios, “… tengo pendientes las canciones sobre poesía de Neruda que quiero orquestar para un pequeño ensamble instrumental… la Cantata, a la cual tengo que cambiarle el ropaje, tanto armónico como melódico pues es una obra comenzada hace muchos años y ya ese estilo no me da “nota”, como dicen los pavos; así que tendría que partir del Concierto para piano y orquesta y de Acuarelas para orquesta de cuerdas, que es lo que siento más cercano a mi actual expresión” . Ciertamente, el lenguaje de este último trabajo se aproxima más al Concierto para piano y orquesta (1983), y es testamento de un estado anímico que confronta nuevas búsquedas. Evidente también en la obra, es la marcada influencia de la obra Acuarelas para orquesta de cuerdas (1986), en particular, su tratamiento armónico de sonoridades densas y oscuras, dando continuidad a la manera como Modesta crea difusiones entre bloques armónicos y dinámicas inesperadas.
Como reflexión final, me pregunto si ésta, su última obra para piano solo, fue escrita calladamente como un ofrecimiento a Juan Sebastián Bach, no sólo por lo que Bach representa en el arte de la fuga y en el espíritu y formación de Modesta Bor la pianista y compositora, sino además, por las múltiples sugerencias encontradas en términos de diseños métricos y rítmicos, tratamientos temáticos y patrones armónicos que advierten cierto misticismo muy profundo. Lo vivencial de sus obras pueden, por lo tanto, acercarnos a una interpretación más acertada de lo humano.
Antonio Fermín
Nueva York, junio 2017